La claridad del diamante mide la pureza y su nivel de perfección, está determina la presencia o ausencia de inclusiones  (imperfecciones internas) y de manchas (imperfecciones externas) tales como carbones, trizaduras, etc… en el diamante.

Un diamante con un bajo grado de claridad tiene múltiples inclusiones, lo cual afecta directamente al brillo. Como las inclusiones dificultan la refracción y el retorno de la luz, cuanto más bajo sea el grado de claridad, más opaco será el diamante.

El corte se determina en función de cómo interactúan con la luz las facetas de un diamante. Este se mide  por la simetría, la proporción y el pulido. 

Básicamente, el corte es el responsable de la calidad del brillo del diamante. Si un diamante no se talla bien, parecerá apagado incluso si tiene un alto grado de color y claridad. Si un diamante está bien tallado, refleja y refracta la luz en su máximo esplendor. 

El color se refiere al tono natural inherente a los diamantes blancos. Cuanto más cerca esté un diamante de ser “incoloro”, más puro es.

El color es una cualidad muy importante ya que el grado de color afecta directamente al aspecto de la piedra. Los diamantes con un grado de color bajo pueden tener un tono ligeramente amarillo, en lugar de tener un color blanco translucido. 

Para clasificar los colores, existe una escala que va desde la D a las Z, donde la D es más transparente (colorless) y la Z más amarillento (light yellow). Cuando hablamos de una buena calidad de color, es cuando nos acercamos a la letra D ya que mientras más “incoloro” más reflejará la luz y más brillará.

Los quilates denotan el peso de un diamante. 

Un diamante puede tener un peso en quilates más elevado sin que parezca que tiene un mayor tamaño y, del mismo modo, dos diamantes con el mismo peso en quilates pueden tener tamaños diferentes si uno se ha tallado en más profundidad que el otro. 

Dicho de otro modo, es importante tener en cuenta que el peso en quilates no denota necesariamente el tamaño.

Es importante tener en cuenta que el peso en quilates no determina el valor de un diamante. 

Por ejemplo, el precio de dos diamantes de un quilate cada uno puede variar dependiendo de la claridad, el color y la talla aunque tengan el mismo peso. 

Este es el tipo de engaste es el más común en los anillos de compromiso. El engaste de garra cuenta con unos finos brazos de metal que sujetan el diamante a la altura del filetín. Cada garra se ajusta y se inclina cuidadosamente hacia las facetas fundamentales de la corona del diamante. 

El engaste en grano tiene  unas pequeñas piezas redondas de metal que se elevan sobre la superficie y se usan a modo de garras para fijar cada gema. Este tipo de engaste suele usarse para las gemas adicionales de la pieza. 

Este tipo de engarce en grano consiste en varias gemas adyacentes que comparten un mismo grano de engaste. En los engastes en pavé, la superficie del anillo parece pavimentada con diamantes, dispuestos unos muy cerca de otros. 

El engaste en canal o riel  incluye diamantes colocados entre dos “muros” paralelos de metal, dentro de la pieza.

Este tipo de engaste cuenta con un borde de metal que protege el filetín de una gema. Los anillos de compromiso con engaste en bisel se caracterizan por una superficie plana que expone únicamente la corona (la parte de arriba) del diamante. Esto hace que el engaste en bisel sea ideal para quienes buscan un anillo de compromiso con un engaste bajo.

El engaste tipo catedral añade altura al anillo de compromiso. El cuerpo del anillo se curva hacia arriba. Los anillos de compromiso con engaste tipo catedral son perfectos para quienes prefieren un estilo tradicional con un engaste alto. 

En un engaste a nivel, las gemas están anidadas en orificios dentro de la argolla.  Este tipo de engaste protege las gemas, ya que están colocadas al nivel de la superficie del metal o por debajo de ella.